En www.aulaintercultural.org, “Panorama de la mediación intercultural y la traducción/interpretación en los servicios públicos en España”, Dora Sales dice:
“Con todo, el mediador es algo más que un traductor/intérprete, pues la traducción/interpretación es solo un aspecto de la mediación, que se perfila como una modalidad de intervención social. Mediar no implica solo traducir las palabras sino que va mas allá, abarcando todos los aspectos de la comunicación no verbal (olor, gestos, movimientos del cuerpo, silencios…) que culturalmente son claves. En suma, se trata de adoptar una perspectiva orquestal en cuanto a los fenómenos comunicativos (como se plantea en la investigación del grupo CRIT). En este sentido un aspecto muy relevante -que de hecho Castiglioni (1997:64) destaca- es que el mediador lingüístico-cultural no solo ejerce el papel de traductor-intérprete, sino que es algo más, tiene que ser una persona capaz de traducir tanto las palabras como las especificidades culturales implicadas en toda la interacción comunicativa. Así, el mediador tiene que tener siempre presentes un cierto numero de datos de la sociedad y de la cultura a la que pertenece el interlocutor inmigrante: estructura familiar y de parentesco, religión, y, por ejemplo, en ámbitos sanitarios, su percepción de lo que es salud y enfermedad y la representación del cuerpo en su cultura. Es decir, que quien media necesita poseer una formación (continua) en cuanto a aspectos culturales de los grupos con los que trabaja, documentándose de forma contrastada y especializada.
Al tiempo, el mediador ha de ser consciente de que no es posible considerar al sujeto inmigrante con el que trate en cada momento como un «miembro típico» de su cultura. Es decir, tiene que estar atento acerca del peligro de hablar en términos de idiosincrasia o estereotipos (ej. las mujeres magrebíes no son autónomas; los chinos son poco comunicativos) o de culturalismo (ej. es su cultura, son sus tradiciones). Cabe, pues, tener en cuenta la variable personal de cada cual y además la adaptación o cambio que puede devenir del contacto entre culturas”.
Así pues, un equipo de mediación intercultural está compuesto por personas de diferentes orígenes y que dominan varios idiomas, pero la herramienta de la lengua hay que utilizarla como un instrumento más del mediador, y no como algo imprescindible, ya que las técnicas básicas de nuestro trabajo tienen que ser las propias de la mediación, técnicas comunicativas como la escucha activa, la asertividad, la pregunta…
En algunas ocasiones habrá que intervenir junto con un intérprete, y la labor del mediador será aportar todas esas técnicas de la mediación. El intérprete salvará la barrera del idioma, pero el tipo de comunicación ha de ser siempre a través de la mediación.
Cuando el mediador también haga de intérprete, tendrá que realizar una doble interpretación lingüística y cultural, y aplicar las herramientas comunicativas en ambos idiomas y hacia ambas partes. Siempre explicando todos los aspectos culturales a una y otra y fomentando el entendimiento mutuo.
Lo principal es que las dos partes (por ejemplo profesorado y padres/madres/representantes legales) lleguen a encontrar canales comunes de comunicación, y no dependan siempre de la intervención del mediador. Por ello, es muy importante que cada vez que existan problemas de idioma, se busquen alternativas comunicativas: familiares o amigos que sirvan de intérpretes o documentos traducidos; teniendo cuidado de que las personas que interpretan sean bien aceptadas por las dos partes, por ejemplo, no siempre se puede utilizar alumnado para transmitir según qué información.